He vivido ya lo bastante como para dar rienda suelta a mis lágrimas.
Me he sentido extraña tantas veces, que no deseo poseer, sino un alma solitaria.
Solo deseo conservar mis lecturas, mis bruñidos recuerdos, el sabor de las confituras y el aroma del patio en el verano, con mi padre en la siesta , mientras a la sombra de los arcos, jugamos otra mano de mús .
Ya no me interesan las futuras horas de arena del viejo reloj.
Amo el color envejecido y el blanco y negro de mis fotografías y las sonoras quejas del vinilo en el destartalado reproductor.
Escucho la marea cada día y veo en la orilla la sombra de mi perro, jugando con la espuma y mordisqueando cualquier cosa que salga de la mar.
Mis ojos se inundan en cada reflejo de ternura que observo en las personas, en la naturaleza, en la escandalosa demostración de la belleza , en el ocaso de la luz de cualquier atardecer.
Solo necesito sostenerme en pie, y aunque mire firmemente a los ojos a la muerte... ésta me amenaza con no volver.
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