Hacía honor a su nombre, tenía el cuerpo suave y blanco perlado, compuesto por gráciles anillos que se retraían sobre sí mismos, al menor atisbo de miedo, transfo
rmándose en una preciosa perla nacarada que vivía su e
xistencia feliz entre sus padres y hermanos.
.- Papá -dijo cierta mañana arrugado su pequeña frente y dándole un aspecto preocupado, que le hacía todavía mas adorable - ¿ Papi, que haremos si un día somos demasiados y ya no podemos seguir viviendo aquí?.
Su padre le miró orgulloso, ciertamente, era el mas listo de todos los de su familia, le sonrió y procuró tranquilizarle con estas palabras.
.- No te preocupes Perlita, Díos nunca nos abandona, sólo hemos ocupado de este primer cuerpo, la rodilla..., quedan veinte en este lado
y esto no es mas que la primera fila del cementerio.